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De la guerra al Wi-Fi: El amanecer digital en Afganistán. Cables que superaron el conflicto: una historia de conectividad valiente.

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De la guerra al Wi-Fi: El amanecer digital en Afganistán. Cables que superaron el conflicto: una historia de conectividad valiente.

From War to Wi-Fi: The Digital Dawn in Afghanistan. Cables That Overcame Conflict: A Story of Courageous Connectivity.

La lucha de Afganistán por el acceso a internet está entrelazada con el tejido de su turbulenta historia, donde décadas de agitación política y conflicto militar han amenazado con eclipsar las aspiraciones digitales del país. Sin embargo, detrás de los titulares de violencia, una población decidida y una comunidad tecnológica resistente han avanzado silenciosamente, creando nuevas posibilidades para los negocios, la educación y la participación cívica.

Un Amanecer Luchado

A finales de la década de 1990, bajo el régimen talibán, los servicios de internet eran prácticamente inexistentes. La información fluía lentamente a través de transmisiones radiales y antenas satelitales clandestinas, dejando a los afganos mayormente desconectados del mundo. Después de 2001, las organizaciones de ayuda internacional y las compañías de telecomunicaciones comenzaron a establecer la primera infraestructura moderna—pequeña, dispersa y a menudo vulnerable al sabotaje. A pesar de los desafíos, estos primeros pasos sembraron las semillas para un ecosistema de internet incipiente que pronto comenzaría a florecer en centros urbanos como Kabul, Herat y Mazar-i-Sharif.

Las Mareas Crecientes

Para mediados de la década de 2000, operadores de redes móviles como Roshan, Etisalat, MTN y Afghan Wireless ingresaron al mercado, introduciendo conexiones 2G y más tarde aventurándose en territorios 3G y 4G. Los habitantes urbanos de Kabul adquirieron una nueva conectividad, lo que les permitió explorar redes sociales, comercio electrónico y plataformas de aprendizaje en línea. Mientras tanto, los emprendedores comenzaron a establecer cafeterías de internet en calles laterales y bloques residenciales, convirtiéndolas en bulliciosos microcentros de conectividad donde los jóvenes afganos descubrieron el correo electrónico, la transmisión de música y la posibilidad de un alcance global.

Desafíos en las Sombras

En regiones más remotas, todo, desde el terreno escarpado hasta las amenazas de seguridad enraizadas, dificultó la extensión de la infraestructura. Las líneas de fibra óptica eran caras de instalar—y propensas a daños por ataques insurgentes o disputas locales—mientras que los apagones frecuentes hacían que el servicio constante fuera un dolor de cabeza continuo. La asequibilidad planteaba otro obstáculo, con paquetes de datos fuera del alcance de las comunidades de bajos ingresos. Mientras tanto, las estrictas normas sociales, las incertidumbres políticas y las preocupaciones sobre la censura bajo diferentes regímenes mantenían a muchos afganos cautelosos sobre las actividades en línea que pudieran atraer atención no deseada.

Un Presente Incierto—Y un Mañana Emergente

El regreso del control talibán en 2021 envió ondas de choque a través de los sectores de telecomunicaciones e internet de Afganistán. Temores de vigilancia y represalias sobre la libertad digital resurgieron, incluso cuando los operadores de telecomunicaciones locales se esfuerzan por mantener la estabilidad de la red. A pesar de estos reveses, pequeñas startups tecnológicas, escuelas de programación comunitarias y comunidades en línea creativas continúan operando—testimonio de una fuerte corriente de innovación.

El camino de Afganistán hacia la conectividad total sigue lleno de complicaciones, pero hay un sentido de momentum colectivo entre los ciudadanos que anhelan compartir ideas, vender productos en línea y dar forma a sus propias narrativas. La columna vertebral nacional de fibra—todavía en progreso—promete vincular más provincias, mientras que el internet satelital ofrece esperanza en áreas más allá del alcance de las redes tradicionales. En esta tierra donde los cables literalmente se extienden a través de zonas de conflicto, cada nueva conexión es una chispa de resiliencia, abriendo una ventana al mundo más amplio y forjando lazos que incluso la guerra no puede romper fácilmente.